El libro de Ibéyise Pacheco nos lleva a una situación más honda: su indagación debe ser tenida a la vez como una inmersión en lo más hondo del malestar venezolano, aquí está expuesta una de las facetas más trágicas de la vida venezolana
Autor: Roberto Lovera de Sola
No puede leerse sino con dolor, con estremecimiento, el impecable libro de Ibéyise Pacheco: “Sangre en el diván”, en el cual muestra la personalidad y homicidio cometido por el psiquiatra Edmundo Chirinos en la persona de una de sus pacientes, la joven estudiante Roxana Vargas Quintero (1989-2008).
Como investigación periodística, un rico sendero de la actividad de los reporteros en nuestro tiempo, este libro sólo merece elogios, no hay un solo pasaje que sobre ni nada que falte. Es de hecho un hondo acto de justicia en una sociedad, como la nuestra de estos días, en que ésta ha dejado de ·existir.
Es tan hondo lo que vamos leyendo al seguir a Ibéyise Pacheco en su indagación, que lo primero que viene a nuestra mente al cerrar este terrible libro es volver a citar una frase muchas veces repetida por Francisco Herrera Luque (1927 -1991) según la cual los venezolanos estábamos obligados a “no silenciar ni los actos dignos de reprobación como aquellos dignos de alabanza”. Aquí estriba una de las bases esenciales de este1ibro.
Nos hemos sentido obligados a redactar esta reseña porque hechos como el que se narra en este libro no deben repetirse, ello porque lo más grave que vimos y que aquí encontramos registrado no es la existencia de un delincuente, todas las sociedades los tienen, sino la red de complicidad por décadas silenció esos hechos que ahora se han hecho públicos.
En el caso de “Sangre en el diván”, el titulo no puede ser más exacto, fue en el diván, centro litúrgico de la psicoterapia y de la sanación de los pacientes, en donde se cometió aquel bárbaro crimen.
Y aquí el libro de lbéyice Pacheco nos !leva a una situación más honda: su indagación debe ser tenida a la vez como una inmersión en lo más hondo del malestar venezolano, aquí está expuesta una de las facetas mas trágicas de la vida venezolana. En este caso es válida la pregunta al médico Miguel Ángel de Lima, entrevistado par la reportera: “¿Está la sociedad enferma?
“Sí. Parece que se premia la mentira, los fraudes, el engaño. La sociedad en pos del éxito” (p.166). No hay que olvidar aquí la forma cómo en este país se han exaltado a los peores seres y lo mala madre que ha sido Venezuela de sus mejores hijos. Duele decirlo pero es así.
Tal es el caso de Edmundo Chirinos (Churuguara, Falcón, 1933) quien pudo engañar a muchos durante mucho tiempo, pero no a todos siempre, según la célebre frase del presidente norteamericano Abraham Lincoln (1809-1865).
El psiquiatra de quien se trata en “Sangre en el diván”, el 12 de julio de 2008, asesinó en Caracas, en su propio consultorio de La Florida, a su paciente Roxana Vargas Quintero, entre las 7:30 y las 10 de la noche.
Casi un año antes, en la primera sesión a la que asistió la joven a su consultorio, en el año 2007, la había dopado, violado y fotografiado desnuda, igual que a numerosas de sus pacientes, como lo comprobó la investigación policial. 1200 fotografías de mujeres desnudas aparecieron en su casa de habitación, no todas, desde luego gráficas de sus pacientes, pero según la investigación policial, al menos 400 tenían esa procedencia.
Aquel hecho increíble, rápidamente descubierto, puso al descubierto en nuestra sociedad la existencia de un delincuente que se había movido entre nosotros sin que nadie sospechara su verdadera personalidad. Se le tenía sólo como un mujeriego. Éste había llegado a ser Rector de la UCV, parlamentario y participado en la política. Pero La verdad plena de quien era no había sido sospechada. Hubo personas para nada amigas del médico que no creyeron en su culpabilidad hasta el día en que fue condenado en los tribunales. Hasta ese momento había parecido que todo aquello era increíble.
Así el suceso puso sobre el tapete, como indica la autora de “Sangre en el diván”, “El problema para Chirinos y su defensa no sólo era su posible responsabilidad en el homicidio contra Roxana Vargas. Al psiquiatra le había llegado el momento de confrontar denuncias numerosas que comenzaron a circular, en especial vía Internet, sobre abusos sexuales cometidos por el médico en ejercicio de funciones. El juicio moral comenzó a cobrar una fuerza impresionante.” (p.75).
Habían explotado la acumulación de vicios y de corrupción personal, ésta se había hecho pública, ya, por su ultimo hecho, era imposible seguir ocultando la verdad. Ésta había estallado. La historia universal está llena de casos como este de Edmundo Chirinos, ¡no hay nada oculto bajo el sol!
El psiquiatra
Todo lo que nos expone Ibéyice Pacheco es claramente coincidente con una personalidad enferma. Basta leer con atención el capítulo autobiográñco, lucidamente titulado por ella “El delirio”, para darse cuenta que su personaje vivió en medio de sus mil fantasías. No sabemos al leer “Sangre en el diván” el origen de estas páginas: ¿Le fueron dictadas por el propio Chirinos? ¿O proceden de unas memorias que él redactó y no publicó, pero sobre la cual corrió la noticia de su existencia en nuestra comunidad intelectual? Sea cual sea su origen, son en casi todos sus pasajes falaces, incluyen además afirmaciones, sobre todas las históricas, que pueden ser refutadas con un libro de historia de Venezuela en la mano. Y su idea de que toda idea novedosa procedía de él no puede ser más errónea. Es lastimoso leerlas. Al igual que la entrevista que le hizo Miyó Vestrini (1938-1991), que se recoge en el apéndice del volumen. Es impecable como todo lo que Miyó hizo en vida, pero a la luz de lo que hoy conocemos del entrevistado no pueden ser tomadas en cuenta ninguna de sus respuestas.
EI delincuente
Cómo un delincuente de esa catadura anduvo entre nosotros, en el país, en la universidad, en el parlamento, sin que nos diéramos cuenta de quién era la gran interrogante que subyace en el libro de lbéyice Pacheco. Y ello porque se hace presente la sociedad de cómplices que lo encubrieron, los psiquiatras que atendieron a las pacientes violadas por él y guardaron silencio como si formaran parte de una sociedad de delincuentes de mutuo auxilio.
El personaje auscultado con tanta precisión por la periodista es sin duda un sexoadicto: es de esos hombres que no pueden ver una mujer sin llevársela a la cama. Pero luego la olvidan, inmediatamente, porque como no sabe amar o no puede amar, cosa evidente en todo sexoadicto, no llega a tender lazos con ella.
No tiene conciencia, por su patología, no hay que ser psiquiatra para verla así, de que no puede existir amor sin compromiso, sin sentir las huellas que una mujer amada deja en el hombre que la ama, por ello, hay amores que nunca se olvidan, por eso hay amores que nunca acaban. Es por ello, que hoy las mujeres reclaman tanto la llamada del hombre después de una noche de amor. Toda la literatura latinoamericana escrita por mujeres, que es fascinante para come prender el ser femenino, lo registra. Y la venezolana también, tal “El aplauso va por dentro” (1997) de Mónica Montanez.
Pero este caso era distinto porque se trata de un enfermo: “Chirino utilizaba la psiquiatría como excusa para abusar sexualmente de sus pacientes y cometer actos perversos, indignos” (p.200) como lo indica al investigador policial.
Tan grave es el asunto que los tres psiquiatras entrevistados por la autora para trazar el croquis de la personalidad perturbada del psiquiatra, y ahora homicida, “Chirinos de siempre, ha sido un seductor exagerado patológico” (p.158), indica el psicoanalista Rómulo Lander; Miguel Ángel de Lima, otro psiquiatra, “Chirinos es incapaz de amar. Sólo se quiere él. No puede generar un vínculo real con nadie... También está su incapacidad de aprender de la experiencia” (p.165). Y la galeno Carmen Vallenilla, también entrevistada para “Sangre en el diván”, “Creerse Dios se llama narcisismo. Y para ser narciso, tú tienes que tener un buen nivel intelectual. No sólo belleza física. El narciso es el personaje que tiene la razón, la verdad en sus manos. Es capaz de hacer milagros. Hipnotiza, cautiva”.
Todo lo que sucede a su alrededor se debe a él. Todo es producto de él, hasta donde su imaginación lo determine. Un narciso fácilmente se lleva la ética por delante. ¿Por qué no se la va a llevar? De hecho juega constantemente con la fama" (p.167-168). Y añade: “El comportamiento de Chirinos pareciera que no sólo tendría que ver con su narcisismo... siento que él tiene un problema con su sexualidad. El puede gozar, disfrutar del poder que tiene sobre alumnos, pacientes, pero yo lo siento aún más bizarro, más complicado... Además de otras características que tienen que ver con la falta de ética con los demás... A él no le importa nada, ni nadie” (p.168).
No dudamos que este libro de Ibéyice Pacheco, no sólo perdurara como el acto de justicia que significa. Sin duda, será utilizado en las escuelas universitarias de Comunicación Social como modelo de reportaje sobre un homicidio. No podemos cerrar sin citar otra vez a Herrera Luque y a aquella observación suya: “No hay nada peor que un psiquiatra corrompido”.

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